jueves, 24 de abril de 2008

El Baile-Salamandra (Emma)



Empecé a leerlo con cierta reticencia, casi con el ceño fruncido, esta mañana, cuando salí de paseo con Bilbo y Tiza. Todo lo que tenga que ver con el mundo nazi, aunque, como en esta ocasión ni lo roce, me produce un cierto desasosiego. Saber que su autora murió asesinada en Auschwitz me tiraba un poco para atrás. Tengo estas cosucas, ¡qué le voy a hacer!
Sin embargo, a medida que avanzaba en su lectura, el gesto se dulcificó, y hasta esbocé una sonrisa.
Irene Némirovsky, al menos en este libro (no he leído más de esta autora), tiene una escritura ágil, directa, desprovista de artificios. Una escritura sustantiva, como la vida misma, que tan bien refleja en estas páginas. La vida de una adolescente, como cualquier adolescente de cualquier lugar, de cualquier época. Con sus miedos, sus inseguridades, su rebeldía, sus sueños, sus esperanzas.
Me comentaba, ayer, Teresa que había leído no sé dónde, que un buen libro es el que te hace levantar la mirada de sus páginas. Levanté varias veces la mirada de estas páginas, de lo cual deduzco que es un buen libro. La levanté para retrotraerme a mi adolescencia, para reconocerme en los sentimientos que describe, para evocar la difícil relación que mantuve con mi madre durante mi adolescencia, para identificarme con Antoinette.
No había leído nada de Irene Némirovsky, pero sé que, después de disfrutar como he disfrutado con El Baile, que concluí durante el paseo del medio día, a la sombra de los pláganos del Pabellón Municipal de Exposiciones de La Magdalena, éste no será el último.

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