miércoles, 26 de noviembre de 2008

Los hombres que no amaban a las mujeres - Stieg Larsson - Destino (Gerardo)


Se trata de un extraordinario fenómeno editorial en toda Europa. La obra del periodista sueco Stieg Larsson, fallecido en el año 2004, al cumplir el medio siglo de vida, se vende como rosquillas y “amenaza” con generar una nueva moda literaria, la millennium-manía. El autor, tras haber sido un voraz lector de narrativa de misterio, decidió comenzar a escribir su propia obra a los cuarenta y siete años: a razón de una novela cada nueve meses, entregó a los editores la trilogía Millennium, para morir pocos días más tarde. De las tres novelas, hasta el momento, en España sólo se ha publicado la primera de la serie, Los hombres que no amaban a las mujeres, y se espera la segunda traducción para final de año.

Esta primera confirma las expectativas. El autor era un auténtico narrador de raza. Conocía las claves del género y sabía emplearlas para desarrollar un caso que enreda múltiples aspectos de actualidad: el periodismo de investigación, la corrupción de grupos empresariales que solicitan dinero público para invertir supuestamente en países con escaso desarrollo de la economía de mercado, la globalización, la violencia doméstica o sexista -¿recuerdan 2666 del malogrado Roberto Bolaño?-, las contradicciones del estado asistencial sueco –y, en consecuencia, europeo-, el pasado que no se ha cerrado satisfactoriamente y espera que alguien aclare una misteriosa desaparición en medio de un pacto de silencio entre un cerrado grupo familiar interesado en mantener el status quo,…

Es posible que su extensión sea algo exagerada, pero su vertiginosa acumulación de situaciones llamativas, de gran interés y bien moduladas, sirve para mitigar el efecto de algunas páginas prescindibles. El conjunto es una novela que no invita a buscar otros alicientes de ocio porque se pega a las manos y a los ojos, que dibuja unos personajes inolvidables, cargados de miserias –como el abogado Bjurman, que oculta una detestable personalidad tras su máscara de profesional respetable-, de acomplejadas actitudes –como la cincuentona directora de un instituto, Cecilia Vanger-, o bien de vitalidad, como la inclasificable Lisbeth Salander, una veinteañera que no responde a los cánones habituales y que sorprende por sus contradictorios matices, hacker a la vez que empleada de una empresa de seguridad, al tiempo que aún es objeto de vigilancia tutorial por parte de un estado omnipresente –supuesta crítica a la socialdemocracia sueca desde la perspectiva de un autor que se reconocía progresista- que la considera inmadura, por no decir necesitada de asistencia socio-formativa. También destaca la perfecta caracterización del protagonista, el periodista Mikael Blomkvist, un posible alter ego del autor, un profesional comprometido con su trabajo que, tras haber sido condenado por difamación en un juicio en el que llevaba todas las de perder ante un tiburón de los negocios, inicia la investigación de la desaparición de una joven en 1966, contratado por el tío de ésta, el ya anciano -pero firmemente decidido a conocer la verdad de lo sucedido- Henrik Vanger, un industrial retirado que ha sido durante décadas el hombre fuerte de un gran grupo empresarial. Ambos personajes, bien perfilados, ofrecen una magnífica muestra de retratos humanos admirables por momentos, pero con las inevitables miserias de la condición de nuestra especie. Sin duda son dos de esos que los especialistas llaman "personajes redondos".

No es fácil sentirse indiferente ante los temas planteados y ante su brioso encadenamiento. Se le pueden hallar puntos débiles y planteamientos secundarios algo forzados; pero, en conjunto, es una obra para disfrutar leyendo, pues en el tema central, el acierto es pleno y su final trepidante… Y vienen dos más.

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